AVISO Y ENSEÑANZA DE JESÚS
«El mundo perece por no haber guardado mi Palabra, haberla desatendido y burlarse de ella. No habrá fuerza humana capaz de detener la marcha del mundo hacia el abismo porque al mundo y a las fuerzas del mundo les falta lo único que salva:mi Ley.
Se ha producido un hueco en la mística floresta que para vosotros cultivé a fin de que pudieseis morar a la sombra de mi providente amor. Son vuestras culpas las que lo han formado y en ese hueco se ha instalado, como amo y señor, la eterna Serpiente que os envenena con su hálito y os mata con su mordedura e impide que sea mi Ley en vosotros agente del Bien.
Humo, veneno, horror y desesperación, eso es lo que tenéis en vosotros y en torno vuestro cuando podáis tener Luz, Paz, Esperanza y Alegría. Eso es lo que podíais tener de haber seguido a mi Palabra porque Yo apuré todo el horror de la vida para preservaros de él y lo realicé con aquella agonía atroz que padecí por vosotros.
Mas arrojasteis mi dádiva y aclamasteis por maestro y rey a Satanás. Y Satanás os amaestra y dirige, os sala y vapulea para haceros dignos de su infierno.»
«Si se prestara atención, cual conviene, a cuanto de un tiempo a esta parte viene acaeciendo y, en particular, desde los comienzos de este siglo que precede al segundo milenio, procedería pensar que han sido abiertos los sellos. Nunca como ahora me moví Yo para tornar en vosotros con mi Palabra a fin de reagrupar las filas de mis elegidos y partir con ellos y con mis ángeles a dar la batalla a las fuerzas ocultas que trabajan en excavar para la humanidad las puertas del abismo.
Guerra, hambre, pestes, aparatos bélicos homicidas -¿qué son sino las bestias feroces mencionadas por el Predilecto? terremotos, señales en el cielo, erupciones de las entrañas del suelo, llamadas milagrosas a sendas místicas de pequeñas almas movidas por el Amor, persecuciones contra mis seguidores, altezas de almas y bajezas de cuerpos, no falta señal alguna para que pueda pareceros próximo el momento de mi Ira y de mi Justicia.
En el horror que estáis probando, exclamáis: «Llegó el tiempo; nada más tremendo que esto puede acaecer». Y reclamáis a voz en grito el final que os libere. Lo reclaman los culpables entre risotadas y maldiciones, como siempre; lo reclaman los buenos que ya no pueden por más tiempo ver triunfar el Mal sobre el Bien.
¡Calma, elegidos míos! Un poco más todavía y después vendré. Aún no se ha completado la suma de sacrificios necesarios para justificar la creación del hombre y el Sacrificio del Hijo de Dios. Aún no ha terminado el encuadramiento de mis huestes ni mis ángeles han puesto todavía la señal gloriosa sobre todas las frentes de aquellos que merecieron ser elegidos para la gloria. Es tal la ignominia de la tierra,que el humo de la misma, apenas diferente del que emana de la morada de Satanás, asciende con impulso sacrílego hasta los pies del trono de Dios.
Es preciso que, antes de la manifestación de mi Gloria, sea purificado el mundo de oriente a occidente y sea así digno de la aparición de mi Rostro.
Incienso que purifica y óleo que consagra el grande, el inmenso altar en que ha de ser celebrada la última Misa por Mí, Pontífice eterno, servido al altar por todos los santos que el cielo y la tierra tendrán en aquella hora, son las plegarias y los padecimientos de mis santos, de los amados de mi Corazón, de los marcados con mi señal: la Cruz bendita, antes de que los ángeles encargados los hayan contraseñado. La señal se graba en la tierra; pero es vuestra voluntad la que la graba. Después los ángeles la recubren de oro incandescente que ya no desaparece y que hará resplandecer vuestra frente como un sol en mi Paraíso.
Es grande, queridos míos, el horror actual; mas cuánto, cuánto y cuánto habrá todavía de aumentar para ser el Horror de los últimos tiempos! Y si, ciertamente, parece como si el ajenjo se hubiera mezclado al pan, al vino y al sueño del hombre, mucho, mucho y mucho más ajenjo debe gotear aún sobre vuestras aguas, vuestras mesas y vuestros lechos antes de que lleguéis a alcanzar la amargura total que será en los últimos días la compañera de esta raza creada por el Amor, salvada por el Amor y que se ha vendido al Odio. Pues si Caín anduvo errante sobre la tierra por haber matado una sangre, inocente, pero siempre sangre contaminada con la culpa de origen, y no encontró quien le apartara del tormento del recuerdo por estar sobre él la señal de Dios para su castigo y engendró en la amargura, vivió y vió vivir en la amargura y murió en la amargura ¿qué no debe sufrirla raza del hombre que, de hecho, mató y mata con el deseo la Sangre inocentísima que le salvó? Pensad pues que éstos son, ciertamente, los pródromos, mas no es todavía la hora. Son los precursores de aquel que Yo dije podría ser llamado: «Negación», «Maldad hecha carne», «Horror», «Sacrilegio», «Hijo de Satanás», «Venganza», «Destrucción», y aún podría continuar aplicándole otros nombres de clara y pavorosa significación. Mas él no está todavía. Será persona de rango muy elevado, tan en alto como un astro. No astro humano que brille en un cielo humano sino astro de una esfera sobrenatural, el cual, cediendo a los halagos del Enemigo, conocerá la soberbia tras la humildad, el ateísmo tras la fe, la lujuria después de la castidad, el hambre de oro tras la pobreza evangélica y la sed de honores después de una vida escondida.
Es menos pavoroso ver desplomarse una estrella del firmamento que no ver precipitarse en los lazos de Satanás a esta criatura ya elegida, la cual copiará el pecado de su padre de elección. Por su soberbia, Lucifer vino a ser el Maldito y el Tenebroso. El Anticristo, por soberbia de una hora, vendrá a ser el maldito y el tenebroso tras haber sido un astro de mi ejército. En premio a su abjuración que conmoverá los cielos con un estremecimiento de horror y hará temblar las columnas de mi Iglesia con el espanto que provocará su caida, obtendrá la ayuda completa de Satanás que le entregará las llaves del pozo del abismo para que lo abra y lo abra totalmente de par en par a fin de que salgan de él los instrumentos de horror que, a lo largo de milenios, fabricó Satanás para llevar a los hombres a la desesperación total, de modo que invoquen espontáneamente a Satanás Rey y corran en seguimiento del Anticristo, el único que podrá abrir de par en par las puertas del abismo del modo como Cristo abrió las puertas de los Cielos para hacer salir de ellos la gracia y el perdón que hacen a los hombres semejantes a Dios y reyes de un Reino eterno en el que el Rey de reyes soy Yo.
Como el Padre me dió a Mí todo poder, así dará Satanás a éste todo poder y, en especial, todo poder de seducción a fin de arrastrar en pos de sí a los débiles y a los corroídos por las fiebres de la ambición como él, su cabeza, lo está. Mas,en su ambición desmedida, aún le parecerán por demás escasas las ayudas sobrenaturales de Satanás y buscará otras en los enemigos de Cristo, los cuales, provistos de armas cada vez más mortíferas, cuales su avidez de Mal les podía inducir a crear para sembrar la desesperación entre las gentes,le ayudarán hasta tanto pronuncie Dios su «¡Basta!» y los reduzca a pavesas con el fulgor de su Rostro.
Mucho, demasiado y no por sed buena ni honesto deseo de poner trabas al mal inminente sino más bien por vana curiosidad tan sólo-, mucho, demasiado se ha fantaseado durante siglos sobre cuanto dice Juan en el capítulo 1 O del Apocalipsis. Mas debes saber, María, que permito se sepa cuanto pueda ser útil saber y oculto cuanto considero útil que no sepáis. Sois harto débiles, pobres hijos míos, para conocer el nombre atribuido a los «siete truenos» apocalípticos. Dijo mi ángel a Juan: «Sella lo que han dicho los siete truenos y no los escribas». Yo digo que aún no es hora de que sea abierto lo que está sellado y si Juan no lo escribió, Yo no lo voy a decir. Por lo demás, no os toca a vosotros gustar aquel horror y, por tanto, … No os queda sino rogar por aquellos que lo habrán de sufrir a fin de que no naufrague en ellos la fuerza y no pasen a formar parte de la turba de los que, ante el rigor del castigo, no harán penitencia y blasfemarán de Dios en vez de llamarle en su auxilio. Muchos de éstos se encuentran ya sobre la tierra y su descendencia será siete veces siete más demoníaca que ellos.
Yo, mi ángel no, Yo mismo juro que, cuando se haya apagado el trueno de la séptima trompeta y completado el horror del séptimo azote sin que la raza de Adán reconozca a Cristo Rey, Señor, Redentor y Dios, y haya invocado su Misericordia y su Nombre, en el cual está la salvación, Yo, juro por mi Nombre y por mi Naturaleza, juro que encerraré el último instante en la eternidad. Cesará el tiempo y comenzará el Juicio. El Juicio que divide para siempre el Bien del Mal tras de milenios de convivencia sobre la tierra El Bien retornará a la fuente de la que brotó. El Mal se precipitará adonde o fuera ya lanzado desde el momento de la rebelión de Lucifer y de donde salió para turbar la debilidad de Adán mediante la seducción del sentido y del orgullo. Entonces se realizará el misterio de Dios. Entonces conoceréis a Dios. Todos, todos los hombres de la tierra, desde Adán al último nacido, congregados como granos de arena sobre la duna de la playa eterna, verán a Dios, Señor, Creador, Juez y Rey.
Sí, veréis a este Dios al que amasteis, blasfemasteis, seguisteis, escarnecisteis, bendecisteis, vilipendiasteis, servisteis y rehusasteis. Le veréis. Entonces sabréis cuán merecedor era de vuestro amor y servicio.
¡Oh, qué alegría para aquellos que se gastaron a sí mismos en amarle y obedecerle! iOh, qué terror para aquellos que fueron sus Judas, sus Caimes; para aquellos que prefirieron seguir al Antagonista y al Seductor en vez de al Verbo humanado en el que se halla la Redención de Cristo: Camino que lleva al Padre; de Jesús: Verdad santísima; y del Verbo: Vida verdadera.»
«En dos testigos míos pueden entenderse comprendidos todos los maestros en la fe: pontífices, obispos, inspirados ,doctores de la Iglesia y almas imbuidas de la Luz y de la Voz. Ellos, con voz desprovista de todo matiz humano, me proclamaron a Mí, junto con la verdad de mi doctrina, poniendo un sello de santidad, de dolor y hasta de sangre para confirmación de su voz. Odiados como Yo, Maestro de maestros, Santo de los santos, fueron siempre, más o menos, atormentados por el mundo y por el poder que ven en ellos a los que con su propia conducta dicen al mundo y a los grandes del mundo: «No es lícito lo que hacéis». Mas cuando llegue la hora del hijo de Satanás, el Infierno, irrumpiendo del abismo abierto por el Anticristo, les moverá guerra despiadada y, conforme a la apreciación humana, los vencerá y matará. Mas la suya no será muerte verdadera. Será, por el contrario, Vida de las vidas, Vida verdadera y gloriosa. Porque si han de tener Vida los que siguen mi Ley en los mandamientos, ¿qué infinita plenitud de Vida no tendrán los que, además, siguen mis consejos evangélicos de perfección e impulsanconmigo a su propio ser hasta el sacrificio total por amor de su Jesús, el eterno Inmolado, al que imitan hasta el sacrificio de su vida?
Serán llamados a una fulgidísima resurrección todos cuantos se despojan de lo más querido que tiene el hombre: la vida, por seguirme a Mí por mi amor y el de los hermanos.Nunca me cansaré de repetir esto: que nada hay más grande en el Cielo ni en la tierra que el amor; y que no hay amor más grande que el de aquel que da la vida por sus hermanos.» «Te dije un día que en esta tragedia actual han entrado ya en acción las fuerzas de Satanás, el cual ha mandado a sus ángeles negros a concitar a los reinos de la tierra unos contra otros. Dió ya comienzo la batalla sobrenatural. Es ella la que está tras las bambalinas de la pequeña batalla humana. Pequeña, no por la magnitud de su volumen sino por el motivo. No es, no, el pequeño motivo humano el origen de la misma. No lo es. Es muy otro el motivo verdadero que hace de los hermanos otras tantas fieras homicidas que se muerden y matan mutuamente. Os batís con vuestros cuerpos. Mas, en realidad, son las almas las que se baten. Os batís por orden de cuatro o cinco poderosos. Así creéis que sea. No. Uno es el ejecutor de esta ruina. Uno que si está en la tierra es porque vosotros lo queréis, pero que no es de esta tierra. Es Satanás quien maneja los hilos de este estrago en el que son más las almas que mueren que no los cuerpos. Es ésta una de las batallas iniciales. El reino del Anticristo, para consolidarse, necesita de un cemento amasado. con sangre y odio. Y vosotros, que ya no sabéis amar, le servís perfectamente y os matáis mutuamente y maldecís de quien no es culpable de este vuestro mal: de Dios que lucha con sus ángeles por defender cuanto es suyo: la Fe en el corazón de los cristianos y la Bondad en el corazón de los buenos.
No soy Yo quien, por ahora, hago la selección. Sois vosotros los que espontáneamente os seleccionáis. Aquellos que, a pesar del horror, saben comprender que Dios es siempre Dios, o sea, Bondad y Justicia, y que la salvación se encuentra en el seguimiento de la Ley de Dios, se apartan de los que niegan estas verdades. Los primeros suben al encuentro de la Luz mientras que los otros se precipitan en las Tinieblas. Verdaderamente Satanás, con sus demonios, intenta un segundo asalto al Cielo. Mas, abatido por mi arcángel, se precipita sobre la tierra para vencer a Dios a través del corazón de sus hijos. Porque cada alma que se pierde es una derrota para Dios. Y Satanás lo consigue con facilidad porque el corazón de los hombres ya no tiene llama de espíritu, ya no tiene Vida de espíritu. Es un nudo de pecado en el que medra la triple lujuria que da muerte al espíritu.
Bienaventurados aquellos que vencieron en virtud de la sangre del Cordero y permanecieron y permanecerán siempre fieles. Bienaventurados aquellos que hayan rechazado a Satanás y sus lisonjas sin preocuparse de sus aparentes triunfos ni de sus desesperados esfuerzos en esta hora que él sabe ha de ser breve para su reino de maldición y hayan permanecido fieles a Cristo y a su Iglesia, desmembrada por la persecución anticristiana, mártir invicta como el Gran Mártir su Esposo, Cristo Crucificado, pero renacida más bella, tras su muerte aparente, para entrar glorificada en el Cielo en donde el verdadero Pontífice la espera para celebrar las nupcias.» «Te dije un día que el eterno envidioso trata de copiar a Dios en todas sus manifestaciones.
Dios tiene sus arcángeles fieles. Satanás tiene los suyos. Miguel: testimonio de Dios, tiene un émulo infernal; y lo mismo Gabriel: fortaleza de Dios.
La bestia primera que sale del mar y con voz blasfema hace proclamar a los ilusos: «¿Quién como la bestia?», corresponde a Miguel. Vencida y herida por éste en la batalla librada al comienzo de los tiempos entre las huestes de Dios y las de Lucifer, curada por Satanás, tiene un odio mortal contra Miguel y amor, si es que puede hablarse de amor entre los demonios, pues es más exacto decir: vasallaje absoluto, para Satanás. Ministro fiel de su rey maldito, se vale de su inteligencia para dañar a la estirpe del hombre, criatura de Dios, y para servir a su señor. Pone a contribución un esfuerzo sin término y sin medida para persuadir al hombre a que haga desaparecer por sí mismo mi señal que tanto horroriza a los espíritus Eliminada ésta con el pecado que priva de la gracia, crisma luminoso extendido sobre vuestro ser, puede acercarse la Bestia e inducir al hombre a adorarla cual si fuera un Dios y a servirla en el delito.
Si acertara el hombre a comprender el grado de esclavitud a que se somete desposándose con la culpa, no pecaría. Mas el hombre no recapacita. Sólo mira al momento y al goce del momento y, peor que Esaú, vende su generación divina por un plato de lentejas.
Satanás, por otra parte, no se vale únicamente de este violento seductor del hombre. Como éste, en general, es poco reflexivo, hay así mismo con exceso hombres que, no por amor sino por temor del castigo, no quieren pecar gravemente. Y, he aquí que entonces entra en acción el otro ministro satánico, la segunda bestia. Bajo apariencias de cordero tiene espíritu de dragón. Es la segunda manifestación de Satanás y corresponde a Gabriel porque anuncia a la Bestia y su poder es más fuerte: es la que desmantela sin hacerse notar y persuade con fingida dulzura de lo justo que es seguir las normas de la Bestia. Es en vano hablar de poder político ni de tierra. No. Si acaso podéis aplicar a la primera el nombre de Potencia humana y a la segunda el de Ciencia humana. Y si la Potencia produce de suyo rebeldes, la Ciencia, cuando es únicamente humana, corrompe sin producir rebelión y arrastra a la perdición a un número infinito de adeptos. ¡Cuántos se pierden a causa de la soberbia de la mente que les lleva a menospreciar la Fe y a matar su alma con el orgullo que aparta de Dios! Pues si Y o he de segar la mies de la tierra en el último día, hay ya un segador entre vosotros. Y es este espíritu del Mal el que os siega y hace de vosotros, no espigas de grano eterno, sino paja para las estancias de Satanás. Una, una sola es la ciencia necesaria. Lo repetiré mil veces: conocer a Dios y servirle; conocerlo en las cosas, verlo en los acontecimientos y saber distinguirlo de su antagonista a fin de no caer en la perdición. Por el contrario, os preocupéis de acrecentar el humano saber en detrimento del saber sobre humano.
Yo no condeno la Ciencia, antes me place que el hombre profundice con su saber en los acontecimientos que ha ido acumulando y así pueda comprender y admirarme cada vez más en mis obras. Para esto os dí la inteligencia, debiendo hacer uso de ella para ver a Dios en la ley de los astros, en la formación de las flores, en la concepción de los seres y no para violentar la vida o negar al Creador. Racionalismo, Humanismo, Filosofismo, Teosofismo, Naturismo, Clasicismo, Darvinismo, tenéis escuelas y doctrinas de todo género y de todas os preocupáis por más que en ellas se encuentre la Verdad muy desnaturalizada o anulada.La única escuela que no queréis seguir ni profundizar es la del Cristianismo. Por lo demás… la natural resistencia. Profundizando en la cultura religiosa os veríais obligados a seguir la Ley, cosa que no queréis hacer, o a confesar paladinamente que la queréis hollar, lo que tampoco queréis hacer. Y a eso se debe el que no queráis haceros doctos en la Ciencia sobrenatural. Mas, ¡pobres necios! Y ¿qué haréis con esas vuestras escuelitas y palabritas cuando hayáis de comparecer a mi examen? Habéis apagado en vosotros la luz infinita de la verdadera Ciencia y habéis creído iluminar vuestras almas con sustitutivos de luz al modo de pobres locos que pretendieran apagar el sol haciendo otro nuevo con farolillos. Por más que las nubes oculten el sol, siempre estará éste en mi firmamento.
Así también, aunque con vuestras doctrinas forméis nubes que velen el Saber y la Verdad, siempre estarán ahí la Verdad y el Saber porque proceden de Mí que soy eterno. Buscad la verdadera Sabiduría y comprenderéis la Ciencia cual debe ser comprendida. Escombrad vuestras almas de todas las artificiosas sobrestructuras y alzad allí la verdadera Fe.
Como Agujas de una catedral espiritual aflorarán sobre ellas la Ciencia, la Sabiduría, la Inteligencia, la Fortaleza, la Humildad y la Continencia, porque el verdadero sabio posee, no sólo el saber humano, sino también lo que es más difícil de todo: dominarse a sí mismo en las pasiones de la carne y hacer de su parte inferior el pedestal sobre el que elevar su alma y lanzar su espíritu a los Cielos yendo a mi encuentro, pues Y o vengo y estoy en todas las cosas porque es mi deseo ser el Maestro verdadero y santo de mis hermanos.»
«Las siete plagas últimas corresponden a los siete truenos no descritos. Como siempre, son descripciones figurativas de las que, por otra parte, no se excluye del todo la realidad. Paso a explicarte cuanto de ellas considero oportuno hacerlo.
La primera es la úlcera. Y a desde los tiempos de Moisés castigué con enfermedades repugnantes ~ quienes habían cometido pecados imperdonables contra Mí. María, la hermana de Moisés, tuvo el cuerpo cubierto de lepra por haber hablado mal de mi siervo Moisés. ¿Cómo no ha de sucederles igual y aún más a los que hablan mal de su Dios? La lepra, o bien la úlcera, se extiende cada vez más por haber extendido vosotros cada vez más vuestros pecados contra Dios y contra la obra admirable de Dios que sois vosotros. Cuando os revolcáis en la lujuria, ¿no creéis acaso cometer un pecado contra Dios? Pues sí que lo cometéis porque profanáis vuestro cuerpo en el que habita el espíritu que ha de acogerme a Mi, Espíritu Supremo. Y ¿hasta qué punto está llegando la lujuria del hombre que éste ejecuta con fría y consciente voluntad? Es mejor no ahondar en este abismo de repugnante degradación humana.
Lo que te digo es que si llamaban inmundos a ciertos animales, el hombre los ha superado y los superará más aún, y que si fuera posible crear un nuevo animal, fruto del cruce de monas con serpientes y puercos, aún seria menos inmundo que algunos hombres que sólo tienen de tales la apariencia y por dentro son más lúbricos y repelentes que el animal más abyecto.
Como te dije, la humanidad se divide cada vez más. La parte espiritual, exigua hasta el extremo, asciende, mientras que la parte camal, numerosísima, desciende. Desciende hasta una espantosa profundidad de vicio. Cuando llegue el tiempo de ira, la humanidad habrá alcanzado la perfección del vicio. Y ¿quieres que no trascienda al exterior el hedor interno de sus almas muertas y no corrompa las carnes más adoradas por Mí haciéndolas objeto de todas las prostituciones? Y así como seréis vosotros los que provoquéis las úlceras, así también seréis vosotros los que llenareis de sangre el mar y las aguas de los ríos. Los estáis ya llenando con vuestras matanzas y, eliminados por vosotros, van disminuyendo los pobladores de las aguas contribuyendo a vuestra hambre. Tanto habéis menospreciado los dones que Dios os otorgó para vuestras necesidades materiales, que tierra, cielo y aguas van tomándose vuestros enemigos y os niegan sus frutos tanto la tierra, como los pobladores de las aguas, los ríos, los bosques y el aire.
Matáis, ciertamente matáis, pisoteáis la ley del amor y del perdón, derramáis la sangre fraterna y, en particular, la de los buenos a los que perseguís por eso precisamente, por ser buenos. Cuidad pues que algún día no os obligue Dios a saciar vuestra hambre y vuestra sed con la sangre que derramasteis contraviniendo mi mandato de paz y de amor. Al ser vosotros rebeldes a las leyes que os dí, lo son también para vosotros los astros y los planetas que hasta ahora os han prestado luz y calor en la medida que necesitabais, obedeciendo las normas que, en mi bondad para con vosotros, les señalé. Enfermedades repugnantes como marca de vuestros vicios; sangre en las aguas como testimonio de toda la que llegasteis a verter, entre la que está la mía; fuego del sol para haceros probar un anticipo de las brasa eternas que aguardan a los malditos; tinieblas para advertiros de las que esperan al que odia la Luz. Y todo, para induciros a reflexionar y arrepentiros. Y de nada servirá puesto que continuareis despeñándoos, continuareis estableciendo vuestras alianzas con el mal, preparando el camino a los «reyes de Oriente», es decir, a los ayudantes del Hijo del Mal. Parece que sean mis ángeles los portadores de las plagas; mas, en realidad, sois vosotros. Vosotros las queréis, pues vosotros las tendréis. Convertidos vosotros mismos en dragones y bestias por haberos desposado con el dragón y con la Bestia, alumbrareis de vuestro interior corrompido seres inmundos: doctrinas totalmente demoníacas que, con el señuelo de. falsos prodigios, seducirán a los poderosos llevándoles a combatir contra Dios. Estaréis tan pervertidos, que tomareis por prodigios del cielo cuanto no es sino creación infernal.
Te tomo ahora, María, de la mano para llevarte al punto más oscuro del libro de Juan. Los expositores del mismo han agotado su capacidad con infinidad de deducciones para explicarse a sí mismos y a los demás quién sea la «gran Babilonia». Con perspectiva humana, a la que no eran ajenas calamidades marcadas por acontecimientos previsibles o acaecidos, han atribuido el nombre de Babilonia a muchas cosas. Mas ¿cómo no han pensado siquiera que la «gran Babilonia » sea toda la tierra? Sería un Dios Creador bien pequeño y limitado si no hubiese creado más mundo habitado que la Tierra! Con un latido de mi querer suscité mundos y más mundos de la nada y los proyecté, como polvillo luminoso, por la inmensidad del firmamento. La Tierra, de la que tan ufanados estáis, no es sino uno de los polvillos, y no el mayor, de los que giran por el infinito. Pero sí el más corrompido. Vidas y más vidas pululan en millones de mundos que son delicia de vuestra vista en las noches serenas y la perfección de Dios os descubrirá las maravillas de esos mundos cuando podáis ver con la vista intelectual del espíritu unido a Dios. ¿No es, por ventura, la Tierra la gran meretriz que ha fornicado con todas las potestades de la tierra y del infierno? Y los habitantes de la tierra ¿no se han prostituido a sí mismos en sus cuerpos y en sus almas a trueque de triunfar en el díade la Tierra?. Cierto que es así. Los delitos de la Tierra tienen todos el nombre de blasfemia al igual que los de la Bestia con la que la Tierra y sus habitantes se han aliado con tal de triunfar. Los siete pecados aparecen como adorno horrendo sobre la cabeza de la Bestia que transporta la Tierra y a los terrestres a los pastos de Mal; y sus diez cuernos, número metafórico, están para patentizar las infinitas infamias cumplidas con el fin de conseguir, a cualquier precio, cuanto su feroz avidez pretende. ¿No se ha empapado acaso la Tierra con la sangre de los mártires y se ha embriagado con este santo licor que, al beberlo con su boca sacrílega, se ha transformado para ella en filtro de embriaguez maldita? La Bestia que la lleva: compendio y síntesis de todo el mal practicado a partir de Adán para triunfar en el mundo y en la carne, trae en pos de sí a aquellos que, al adorarla, llegarán a ser reyes de una hora y de un reino maldito.
Como hijos de Dios, sois reyes y de un reino eterno. Mas cuando adoráis a Satanás, que no puede daros sino un triunfo efímero pagado al precio de una eternidad de horror, venís a ser reyes de una hora y de un reino maldito.>
La Bestia -dice Juan- fué y no es. Así será al fin del mundo.
Fué, porque realmente ha existido; y no es, porque Yo, Cristo, la habré vencido y sepultado no siendo entonces ya más necesaria para los triunfos del mundo ¿No se halla la Tierra asentada sobre las aguas de su mares y se ha servido de éstos para dañar? ¿De qué no se ha servido? Pueblos, naciones, razas, confines, intereses, alimentos, expansiones, todo le ha servido a ella para fornicar y llevar a cabo matanzas exterminadoras y traiciones iscarióticas. Sus propios hijos, nutridos por ella con sangre de pecado, serán los ejecutores de la venganza de Dios sobre ella, destruyéndola, destruyéndose, llevando la suma de los delitos contra Dios y contra el hombre hasta el número completo exigido por el detonar de mi: «¡Basta!»
En aquella hora, humeando con grato olor, borboteará hasta mi trono la sangre de los mártires y de los profetas y los surcos de la tierra que recogieron los gemidos de los muertos por odio a Mí y recibieron sus estertores postreros, lanzarán un gran grito hecho de todos aquellos santos gémidos, y se estremecerán con una convulsión de angustia sacudiendo las ciudades y las casas de los hombres en las que se peca y se mata, llenando con su voz que pide Justicia la bóveda de los Cielos. Y habrá Justicia.
Vendré Yo, Vendré porque soy Fiel y Veraz.
Vendré a dar Paz a los fieles y Juicio santo a los que vivieron. Vendré con mi nombre cuyo significado tan sólo Yo lo conozco y en cuyas letras se contienen los principales atributos de Dios del que soy Parte y todo.
Escribe Jesús: Grandeza, Eternidad, Santidad, Unidad. Escribe Cristo: Caridad, Redención, Inmensidad, Sabiduría, Trinidad, Omnipotencia (de Dios condensada en el nombre del Verbo humanado). Y si te parece que falte algún atributo, piensa que la Justicia se halla comprendida en la santidad, puesto que quien es santo es justo; la Realeza en la grandeza; la Creación en la omnipotencia. En mi nombre, por tanto, se proclaman las alabanzas de Dios. Nombre santo cuyo sonido aterra a los demonios. Nombre de Vida que das Vida, Luz, Fortaleza a quien te ama e invoca. Nombre que es corona sobre mi cabeza de vencedor de la Bestia y de su profeta, los cuales serán presos, confinados, sumergidos y sepultados en el fuego líquido y eterno cuya mordiente ferocidad es incomprensible al sentido humano. Será entonces el tiempo de mi Reino de la Tierra. Habrá entonces, por tanto, una tregua en los delitos demoníacos para dar tiempo al hombre de volver a oír las voces del Cielo. Quitada de en medio la fuerza que desencadena el horror, descenderán grandes corrientes espirituales como cascadas de gracia, como ríos de aguas celestiales, a pronunciar palabras de Luz. Mas como no acogieron en el transcurso de los siglos las voces dispersas, comenzando por la del Verbo, que hablaban del Bien, así también se harán sordos los hombres, siempre sordos, -menos los marcados con mi señal, mis amigos dilectísimos dispuestos a seguirme- sordos a las voces de muchos espíritus, a las voces semejantes al rumor de muchas aguas que entonarán el cántico nuevo para guiar a los pueblos al encuentro de la Luz y sobre todo, hacia Mí: Palabra eterna. Cuando se haya realizado la última prueba S, vendrá Satanás por última vez y encontrará secuaces por los cuatro ángulos de la tierra que serán más numerosos que las arenas del mar.
¡Oh Cristo! ¡Oh Jesús que moriste por salvar a los hombres!
¡Sólo la paciencia de un Dios es capaz de haber esperado tanto, de haber hecho tanto, habiendo conseguido tan poco, sin retirar a los hombres su don dejándoles perecer mucho antes de la hora señalada! Sólo mi Paciencia que es Amor podía aguardaros sabiendo que,’ como arena filtrada a través de una sutilísima criba, sólo alguna rara alma habría de venir a la gloria en contraposición a la masa que no sabe, que no quiere filtrar para llegar hasta Mí a través de la criba de la Ley, del Amor y del Sacrificio. Mas en la hora de mi venida, cuando con ropaje de Dios, de Rey y de Juez, llegue Yo para reunir a todos los elegidos y maldecir a los réprobos lanzándolos adonde estarán ya para siempre el Anticristo, la Bestia y Satanás, tras la suprema victoria de Jesucristo, Hijo de Dios, Vencedor de la Muerte y del Mal, a estos elegidos que supieron permanecer «vivos» durante la vida, vivos en el espíritu, a la espera de nuestra hora de triunfo, Yo les daré posesión de la morada celestialy me daré a Mí mismo sin tregua ni medida. Aspira a aquella hora, María. Llámala y llámame con todas las fuerzas de tu espíritu. Mira que, tan pronto como un alma me llama, vengoY o a la vez que el Amado, el cual, ya desde la Tierra, contempló la gloria del Cordero, Hijo de Dios, la gloria de su y de tu Jesús y, a cada latido de tu corazón,
di: «ven, Señor Jesús!».
« Os voy a hablar de las dos resurrecciones.
Se inicia la primera en el momento en que el alma se separa del cuerpo y comparece ante Mí en el juicio particular. Mas ésta es tan sólo una resurrección parcial. Mejor que resurrección podría ser llamada: liberación del espíritu de la envoltura de la carne y espera del espíritu hasta volverse a unir con la carne para reconstruir el templo vivo creado por el Padre, el templo del hombre creado a imagen y semejanza de Dios. Una obra a la que falta una parte es incompleta y, por tanto, imperfecta. La obra hombre, perfecta en su creación, resulta incompleta e imperfecta si no se halla conjuntada en sus diversas partes. Destinados al Reino luminoso o a la morada tenebrosa, han de estar los hombres eternamente en ellos con su perfección de carne y de espíritu. Por ello se habla de primera y segunda resurrección. Pero observa: aquel que dió muerte a su espíritu con una vida terrena de pecado, llega a Mí, en el juicio particular, con un espíritu muerto ya. Lo que hará la resurrección final es que su carne vuelva a tomar el peso del espíritu muerto para morir totalmente con él.
Mientras que aquel que venció su carne durante la vida terrena, llega a Mí en el juicio particular con un espíritu vivo que, al entrar en el Paraíso, aumenta su vivir. También los purgantes están «vivos». Están enfermos, pero vivos. Conseguida la curación mediante la expiación, entrarán en el lugar que es Vida. En la resurrección final, su espíritu vivo con mi Vida, a la que se unirá indisolublemente, volverá a tomar la carne para hacerla gloriosa y vivir con ella de un modo totalmente idéntico al mío. He aquí por qué se habla de muerte primera y muerte segunda y, en consecuencia de resurrección primera y resurrección segunda.
Esta eterna posesión de la Luz -porque en el Paraíso poseéis a Dios y Dios es Luz- debe el hombre alcanzarla por voluntad propia, al igual que por voluntad propia quiso perder la Luz y el Paraíso. Yo os proporciono los auxilios, mas la voluntad debe ser vuestra. Yo soy fiel. Os crié libres y libres os dejo. Y si consideráis cuán digno de admiración es este respeto de Dios a la voluntad libre del hombre, podréis entender cómo no deberíais abusar vosotros cometiendo con ella el mal y tener para con el Señor Dios vuestro respeto, reconocimiento y amor. Les digo a aquellos que no prevaricaron:
«Está ya dispuesta vuestra morada en el Cielo y Yo ardo en deseos de que estéis en mi Bienaventuranza».
Yo ardo en deseos de que estés en mi Bienaventuranza».
